24 Jul Identificación biométrica en los aeropuertos
Desde hace varios años venimos escuchando con cierta profusión la utilización del término biométrico para definir nuevas técnicas y procedimientos relacionados comúnmente con la seguridad. ¿Pero qué es la biometría realmente? Pues algo tan apasionante como la identificación, medición, cálculo y verificación automatizada de indicadores biológicos únicos para el reconocimiento de personas.
Dichos indicadores son aquellos que pueden identificar inequívocamente a una persona y deben cumplir los siguientes requisitos:
Más de un centenar de aeropuertos en todo el mundo están implementando en estos momentos tecnologías tendentes al reconocimiento biométrico de personal y pasajeros.
- Universalidad: todos los individuos disponen de ese indicador.
- Unicidad: probabilidad prácticamente nula de que dos individuos tengan idéntico indicador.
- Permanencia: los parámetros básicos del indicador no deben cambiar con el tiempo.
- Cuantificación: el indicador debe ser medible.
Algunos ejemplos de indicadores biométricos pueden ser: rostro, huella dactilar, geometría de la mano, iris, patrones de la retina… aunque, dada la leve variabilidad de algunos de ellos, es aconsejable el uso de dos o más indicadores en determinadas aplicaciones, especialmente las relacionadas con la seguridad.
En realidad, la biometría está presente en nuestras vidas desde hace muchos años. La utilización de la huella dactilar en los documentos identificativos es un ejemplo de ello. Sin embargo, el avance actual se basa en la automatización de las tareas de verificación de la identidad del individuo.
En el contexto aeroportuario, las técnicas biométricas de reconocimiento de las personas también están teniendo cierto protagonismo desde principios del presente siglo, aunque se ha percibido últimamente una importante aceleración debido, sobre todo a dos factores: las mayores exigencias de seguridad y el avance significativo de la eficacia de los sistemas de reconocimiento.
Recientemente son muchos los aeropuertos que han apostado por el reconocimiento facial. Consiste en la identificación automática de personas por medio del análisis de sus características faciales extraídas de imágenes digitales o fotogramas de vídeo. El reconocimiento se apoya en la comparación de esos datos con los que están disponibles en inmensas bases de datos. A pesar de lo aparatoso que puede parecer, este proceso se desarrolla en escasas décimas de segundo.
Aparte de los beneficios que aporta este sistema como apoyo a la seguridad de las instalaciones, algunos aeropuertos están viendo en él una vía muy atractiva para agilizar el tránsito de pasajeros por sus instalaciones y la consecuente eliminación de cuellos de botella.
Como consecuencia de la situación geopolítica mundial y de los nuevos requisitos de seguridad autoimpuestos por autoridades de todo el mundo, al aumento generalizado del número de pasajeros (cercano a la congestión en muchos aeropuertos del mundo) hay que unir la realización de controles más minuciosos, detallados y lentos. Acelerar el paso de los pasajeros se ha convertido en una obsesión tan prioritaria como la propia seguridad.
Ahora bien, aeropuertos, compañías aéreas y autoridades son conscientes de que, para evitar una marcha atrás en el crecimiento del transporte aéreo, deben poner en marcha sistemas que sean rápidos, fiables y fáciles de usar, a la vez que permitan mejorar la experiencia del pasajero.
Vemos algunos ejemplos actuales:
Los aeropuertos australianos han decidido tomar la delantera con el remplazo de los pasaportes por controles biométricos en la totalidad del país. En este caso utilizarán el reconocimiento de la huella dactilar, el iris y el rostro. Para el año 2020 esperan que este sistema se extienda al 90% de los pasajeros.
El aeropuerto de Schiphol (AMS), en Ámsterdam, y la compañía KLM han comenzado las pruebas de un sistema de embarque biométrico según el cual los pasajeros no tienen que mostrar ni tarjeta ni pasaporte gracias al hecho de acceder por una puerta especial donde se les reconoce facialmente.
El aeropuerto Charles de Gaulle (CDG), en París, ha comenzado la expansión de su sistema de reconocimiento biométrico, que se comenzó a usar en 2010 y que escanea los pasaportes biométricos y las huellas dactilares de los pasajeros. Desean llegar en el presente ejercicio al 20% de los pasajeros que utilizan diariamente el aeropuerto.
En algunos aeropuertos españoles como los de Madrid (MAD), Barcelona (BCN) o Málaga (AGP) ya se pusieron en marcha en 2010 iniciativas tendentes al registro biométrico de los pasajeros. La verificación coteja la información del DNI electrónico o pasaporte digital, huella dactilar y reconocimiento facial. Desde 2015, este sistema se está extendiendo a otros aeropuertos españoles.
En los aeropuertos Silvio Pettirossi (ASU) y Guaraní (AGT), en Paraguay, desde el pasado año funcionan sistemas de control de pasajeros basados en la huella dactilar, el rostro y lectura digital de pasaportes.
El aeropuerto Jorge Chávez (LIM), en Lima, implantó en 2016 varias puertas biométricas conectadas con las bases de datos de varios cuerpos de seguridad nacionales e internacionales donde se toma la huella dactilar del pasajero y su imagen facial facilitando, de momento, el paso rápido de quienes posean pasaporte electrónico.
Más de una decena de aeropuertos internacionales de Brasil han implantado sistemas de identificación facial basados en el reconocimiento automático del rostro a través de fotos, imágenes de CCTV, vídeos y webcams.
Por supuesto, Estados Unidos es uno de los países donde la revolución biométrica está más extendida. Lo más reseñable en este caso es la amplia implantación del uso del pasaporte biométrico, cuyos poseedores son testigos de la gran diferencia, a su favor, de disponer de este tipo de documentación, o no.
Más de un centenar de aeropuertos en todo el mundo están implementando en estos momentos tecnologías tendentes al reconocimiento biométrico de personal y pasajeros. Ya no se trata de iniciativas aisladas o de evaluación de tecnologías, sino de soluciones reales a dos problemas que convergen en un buen número de aeropuertos del planeta como son la demanda creciente de pasajeros y los requisitos, cada vez más restrictivos, de seguridad.
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